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  • Guzmán Pérez

La pelota que nos une

Como pelota de ping pong, humildemente presumo de ser una de las más longevas del circuito. He recorrido mucho mundo, siendo parte esencial en torneos de altísimo nivel, campeonatos continentales e internacionales. He dado victorias a grandes maestros del tenis de mesa, aunque ellos nunca se acordaran de mí al subir al podio. Ahora, en el ocaso de mi vida deportiva, a punto de retirarme, puedo gloriarme de servir como pelota de entrenamiento para muchos aprendices, jóvenes y no tan jóvenes, que se inician en este noble deporte. Y he de decir que la competición amateur tiene incluso mejores compensaciones que la profesional. Entre ellas, la de este verano en Villaseca de Uceda, un pequeño pueblo de la campiña guadalajareña.

Ya son seis las ediciones de este torneo de ping pong, que acoge más de una treintena de jugadores. Procedentes de los pueblos de la comarca, e incluso algunos foráneos, se reunieron los días 6 y 7 de agosto para disfrutar del tenis de mesa y, sobre todo, de la convivencia, del ambiente de familia, de estar juntos. Acostumbrado a otro tipo de acontecimientos deportivos, pensé que iba a aburrirme durante esos dos días en el Pascual Arena, el polideportivo más singular que jamás he conocido. Pero nada más lejos de la realidad. Aparte del polvo que aún quedaba del grano cosechado, en la nave de los hermanos Pascual se respiraba un ambiente de alegría, de deportividad, de sana rivalidad. Y un propósito que latía debajo de todo: bombear sangre a este pueblo que, como tantos otros, aún tienen la esperanza de mantenerse con vida, en medio de la España vaciada. La verde esperanza que reflejaban las camisetas de todos los participantes.

Uno tras otro fueron sucediéndose los partidos en las tres mesas de competición. Yo rodé y boté por todas, de la mano de jugadores muy experimentados y de otros más novatos. Me sorprendió el buen hacer de algunos muy jovencitos, que demostraron cómo la edad no es un obstáculo para la calidad deportiva. De igual modo, los más veteranos supieron estar a la altura, con un alto nivel de juego que, en algún caso, los llevó hasta las semifinales del torneo. Lo más trepidante llegó en la segunda jornada, cuando dio comienzo la fase eliminatoria. La emoción y la expectación fueron creciendo, al igual que el número de vecinos, amigos de Villaseca, que se iban acercando para disfrutar de las rondas finales. Mientras tanto, ya llegando la noche, unos y otros pudieron saborear los riquísimos bocadillos que la organización fue preparando allí mismo, con la ayuda de grandes y pequeños.

En las finales, especialmente la individual, el ambiente fue increíble. Ni en las mejores competiciones mundiales había presenciado un respeto tan grande a los jugadores, un silencio tan elocuente durante cada punto. Todos los ojos estaban puestos en mí, la bola que cruzaba la red sin cesar, con efectos o sin ellos. Todo un pueblo mirando una simple pelotita. Todo un pueblo unido por el deporte, y por las ganas de hacer cosas juntos.

Al final, el campeón del año anterior revalidó su victoria. Y Villaseca revalidó el título de ser el pueblo que más se mueve de toda la comarca. El pueblo que, con su asociación de amigos al frente, sigue apostando por revitalizar el mundo rural. A mí, desde luego, me hicieron rejuvenecer. Espero que el año que viene cuenten conmigo. Gracias por este torneo tan especial.

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